Sin reloj, pero con tiempo

Tesoro de las palabras fundamentales para vivir en el Siglo XXI

viernes, 16 de marzo de 2012

De vuelta al mundo real

Mira la luna llena
con ojos oxidados!

Cansado de amasar lágrimas, llegas
a convencerte de que no hay ocaso
que no vista disfraces
de voz estrangulada
y lívida, agotada de misterios.
La mente viste saco de destino,
paciencia de dolor y escapa en moto,
vuela sobre los flecos
de las maletas de una Harley Davidson.

La mente es grama, es albahaca, es verde,
evoca el sabor áspero
y amargo de la savia
que ruge por los líos de la vida.

Todos tenemos claro
que no vivimos solos,
pero nos encerramos en espacios
desconocidos y desabrigados
para la precisión de la palabra.

Hablar para mover
los labios simplemente;
hablar sin condiciones ni argumento;
hablar para querer
y acariciar los bucles del olor
de la piel de la espalda
cuando el amor le ha transitado el tacto.
Hablar sin esperanza
porque todo es certeza, es conocido,
es anterior hasta que se produce.

Colgado de la duda vive el hombre,
colgado de su mente,
cuando la fuerza se halla en la locura
que nace de la sangre,
que surge de repente
y suda por los poros, caminando
las ocasiones del día presente.

Vivir anárquico es latir sintiendo
que el mundo te acaricia aunque no quieras.
Vivir en orden es también sentir
anclajes rodeándote
y ver crecer las noches trasplantadas
desde tu insinuación
a la maceta terca
que hace resucitar esquejes otros:
¡a trozos y a retales nos hacemos!

La realidad alarga
un mundo no uniforme
aunque reconocible;
y eso que todo esconde
es simple habitación,
camaranchón incómodo y holgado:
caben tu irritación y tu descanso,
caben tus labios y tus sinsabores
lijan la lengua y matan las papilas
del amargor. Entonces,
sólo entonces despiertas,
recuperas el pulso,
liberas las reformas de tus manos,
sobas tu cuerpo y dices
que ya es momento de volver.
Y ríes.