Sin reloj, pero con tiempo

Tesoro de las palabras fundamentales para vivir en el Siglo XXI

viernes, 30 de julio de 2010

Ahí queda el amor

Como siempre, a Sara

Ahí queda el amor, apenas nada
que pueda compararse con el sueño
profundo y entusiasta y con empeño
por ser lo que reclama tu mirada:

Un aluvión de besos, una espada
para cortar el lujo con el ceño,
la naturalidad del aire dueño
de la elegancia misma rescatada.

Ahí la fuerza y la dulzura; verte
decirle al mundo lo que piensas mide
la precisión del tiempo al conocerte.
La misma esencia de tu olor lo pide,
que acomodar sentidos es quererte
como tu amor lo ordena y lo decide.

Budapest

Sobre el aprendizaje del amor

Salamandra editó esta nteresantísima novela de Chico Buarque. La piel descrita como “cáscara provisional”sirve de zaguán para una cadena de imágenes poderosas acerca de la manera en que las personas somos nosotros y otros, nos comportamos como unos y distintos, escuchamos con la mirada, absorbemos silencios, nos desdoblamos y estamos.

Aprender un idioma no es sólo cuestión de tener facilidad ni de aprender palabras; para hablar en un idioma es necesario entender e interiorizar por qué piensan y sienten como lo hacen los nativos del país en que se habla. Si el idioma es el húngaro, una lengua no indoeuropea, la cosa se complica especialmente. El escenario emocional de la novela no puede ser mejor para presentarnos a unos personajes que buscan cómo hacerse entender por aquellos a quienes aman. Amar es un empeño, igual que hablar un nuevo idioma, y exige un esfuerzo comparable.

A partir del anonimato, trasunto de la ignorancia, Chico Buarque construye una comedia escondida en un laberinto de amoríos, dobles parejas, identidades fracturadas y carencias de sentido. Sólo la aceptación de las reglas del porque sí permite dar el paso determinante para iniciarse en el aprendizaje, sea del amor o del idioma. La novela reclama a gritos el derecho de la irracionalidad a ocupar su espacio en el mundo; quizá porque el autor es músico y poeta.

El amor tiene un lenguaje propio y no es posible amar ni dejarse amar sin conocer su estructura fundamental. Hay una ética del esfuerzo y del deseo en la novela. También nos encontramos con un elogio de la casualidad. Los personajes están allí donde la vida les ha dejado; las emociones se disponen en un estado de desorden humano y convincente. Una lectura animosa y deseable.

martes, 27 de julio de 2010

¿Qué cosa es el amor si no es deseo
vestido de distintas formas, tiempo
para abarcar espacios
teñidos de imprudencia, hechos de riesgo,
sueño vivido y sueño sin recuerdo?

lunes, 26 de julio de 2010

El inútil de la familia

Historia triste de un hombre que se burló de todos y de todo, hasta de la vida, y de las facturas que le pasaron. Novela magnífica escrita con más cariño que admiración, sin censuras, sin juicios, con datos. Un recado a la sociedad actual: los sentidos están para sentir.

Jorge Edwards conversa con su tío Joaquín para “suprimir el silencio” (p.84) que le enterró: un bohemio jugador que había sido premio nacional de literatura y tuvo que exiliarse hasta de vivir. El homenaje a Joaquín Edwards Bello se construye sin ironía, sin ambigüedades, más en español que en criollo, reflexionando acerca de la peripecia de un iluminador.

En el mismo libro encontramos novela, ensayo, biografía y fresco costumbrista; consideramos la distancia que existe entre la sociedad y el individuo; vemos pasar revista a los autores admirados, como Ponson du Terrail, Eça de Queiroz, Baroja, igual que a los ignorados, como “ese poeta medio indio, recién llegado de Centroamérica, que vive borracho” (p.38).

El mero hecho de leer se hace placentero. Edwards maneja los tiempos verbales con maestría para referirse a la interpelación del lector, a los recuerdos que convengan a la narración, a las conversaciones con su tío. El autor construye una ficción, inventa situaciones que pudieron ser aunque no constan, construye personajes, adorna secuencias, define escenarios y propone el discurso. La novela no depende del lector, sino que va hacia donde marca el autor. Una delicia. Literatura.

Defendible incluso la imagen de “los bonitos ojos de paloma torcaz en sombra” (p. 84), monumental cursilada, como toque de autor en una obra atonal y libre. “Había que arriesgar en el lenguaje y más que en el lenguaje” (p. 344). Vale la pena. [Alfaguara]

viernes, 23 de julio de 2010

El día

¿Cómo se siente el día?
¿Qué es el día?

Pertenece a una especie sin un vínculo
con el pasado, ajena, prolongada
desde el incierto desvivir primero.

¡Acariciar el tiempo es condenarlo!

jueves, 22 de julio de 2010

El pintor de batallas

La huella del dolor en la persona

Arturo Pérez Reverte fue corresponsal de guerra; de los de verdad; de los que se respetaban a sí mismos en el respeto al ver, oír y contar... “y mi protagonismo me lo guardo”. Yo lo recuerdo. Aquí [Alfaguara, 2006] da la sensación de que sí ha querido aparecer. Él es el pintor de batallas o, al menos, lo fue en una memoria paralela: los referentes geográficos y vitales lo insinúan. Incluso la explicación de la diferencia entre buen dibujante y buen pintor plantea una aproximación al concepto que parece tener el autor de sí mismo. Debo contradecirle: también pinta; lo hace con imágenes poderosas, alusiones humanas y un calor en la palabra que desborda la precisión de los significados. ¡Qué maravilla los colores en lenguaje profesional: siena, cadmio, payne, prusia...! Palabras de pintor.

“Tyger, tyger, burning bright / in the forests of the night / what inmortal hand or eye / could frame thy fearful symetry?” William Blake le ha prestado la imagen de los versos (en la p. 114 de la edición que yo tengo ya lo hace evidente), para insinuar desde el principio que existe un paralelo entre lo que ocurre y lo que se percibe, que hay simetría, pero no identidad. Pérez Reverte nos describe el desgarro del dolor resultante de la guerra con precisión y desde el reflejo acerado de la conciencia. Le duele mucho lo que vivió y quiere que se le note... pero sin mariconadas (p. ej. p. 60).

Esta novela es obra de un escritor que ha ido creciendo con cada nuevo libro. Narrada con frecuencia en dos planos, pasado y presente, cruza las secuencias y te lleva de la mano; la historia es fácil de seguir, a pesar de la compleja estructura literaria, porque está muy bien escrita: los personajes se describen en personas, están acabados, viven; las secuencias están situadas, existe un criterio para la acción y un momento para cada reflexión. Los diálogos entran y salen de la narración al encuentro de la trama; todo es diálogo y todo desarrollo al mismo tiempo. El lector es eso: lector, durante trescientas cortísimas páginas (¡a ver si alguien va tomando nota!).

El autor es el que opina. La obra presenta la falsedad de la conciencia de cartón piedra ante la guerra. Rompe los clichés: la contemplación del dolor deja una huella profunda. El arte puede ser una consecuencia, pero no algo buscado: se narra, se cuenta, se “comunica” el horror, pero no se vende “arte” a su costa; por eso hay tan poca verdad (el Goya de los fusilamientos) y tanta mediocridad (¿el Gernika?). Por cierto, ¡menudo viaje a Capa! (p.20, p. 72).

“Al divorciarnos de la naturaleza, los hombres hemos perdido la capacidad de consuelo frente al horror que acecha ahí afuera” (p.120). Toda la novela hace que Faulques, el pintor, e Ivo, su espejo, reflexionen alrededor de ese mensaje. ¿Qué significa lo de las Troyas dormidas? No se puede decir más en menos papel. Una grandísima novela. Para comprar y regalar.

miércoles, 21 de julio de 2010

El amor de la amistad

Aquí tienes tu sitio. No hace frío
ni te pregunta nadie lo que quieres
ni lo que piensas; aquí sólo eres
lo que tú quieras ser y no hace frío.

martes, 20 de julio de 2010

VII (a Perico Atienza)

Subí al Cielo primero,
para bajar despacio
de Medina Sidonia
dando palmas sin manos.

Me besaron las piedras,
los arcos, los calvarios,
las curvas, los silencios,
las gentes, los naranjos.

Subí hasta la medina,
para bajar descalzo
de tiempo, de pasiones
y de color armado.

El primer siglo después de Beatrice

Maravilloso libro de Amin Maalouf [Alianza Cuatro].

El autogenociodio de los pueblos misóginos. A través de una historia de amor, Amin Maalouf nos enfrenta a un ataque de responsabilidad. Un hombre, un científico, un entomólogo, le pide a su mujer un regalo: quiere que le dé un hijo. Le regala una hija. Recorremos el mundo de la injusticia, de las dificultades en el desamor, de la pasión “paternal” (no creo que exista como instinto), de las habituales soflamas maltusianas acerca de la superpoblación; recorremos el genocidio del aborto como medio de planificación familiar, uno de los grandes crímenes del siglo XX, enfrentamos el mundo de las diferencias de género, de las desigualdades procedentes de un falso respeto por lo que se presenta como “tradición”, “raíz”, “marca de culturas”. Este ensayo es una advertencia, una diatriba contra la falla norte-sur, una defensa de la feminidad del mundo y un grito al sentido común.

El mundo debería ser algo más que un territorio de supervivientes.

“Es en ese momento cuando, en las películas púdicas, una lámpara se apaga, una puerta se cierra, una cortina se baja. Y en algunos libros, se pasa una página, pero lentamente, como deben pasar esos minutos, lentamente, y sin otro sonido que el de una tela que tiembla”. ¡Qué manifestación de respeto!, que es de lo que trata realmente el libro, del respeto que se deben las personas a sí mismas, a los demás, a las generaciones venideras. Pues el mundo actual se nos ha dado, tenemos una responsabilidad inherente al hecho de ser humanos: la de diseñar y comenzar a construir un futuro mejor que nuestro presente.

“¿No es la paradoja de nuestra cultura que al convertirse en dueña del espacio se haya hecho esclava del tiempo?”. El debate de la ley natural, de los derechos humanos, de las libertades civiles, abierto y expuesto. El Norteoccidente poderoso, tan democrático y libre, impone sus paradigmas, aunque no su escala de valores: lo malvado sólo es malvado si se hace aquí, pero es admisible allí. El Norteoccidente está dispuesto a “respetar” barbaridades convenientes económicamente escondién-dolas en falso acervo cultural. “Por supuesto el odio no se llama odio más que cuando lo vemos en los demás; el que está en nosotros lleva mil nombres diferentes”.

Y concluye con una invitación a abandonarse en uno mismo, a pensar para tomar decisiones... y ser persona: “Un día cercano, no volveré de mi paseo. Lo sé, lo espero y no lo temo. Partiré por algún sendero familiar. Mis pensamientos brincarán indomables. De pronto, agotado por mis argumentaciones, ebrio, exaltado, mi corazón se desbocará y yo buscaré el apoyo de algún roble amigo. Allí, en ese estado, mezcla de torpor y de última serenidad, tendré en el espacio de un instante la más preciada ilusión: el mundo, tal como lo he conocido, me parecerá una vulgar pesadilla, y será el mundo de mis sueños el que adopte un aspecto de realidad. Empezaré a creer en él de nuevo, un poco más a cada instante. Y será a él al que mi mirada envuelva por última vez. Una sonrisa de niño irá a iluminar mi barba color de montaña. Y, en paz, cerraré los ojos.”

Así termina. Lindo, ¿no?

viernes, 16 de julio de 2010

Pelo de zanahoria

La cuestión de la familia

[Traducción y prólogo de Ana María Moix de la obra de Jules Renard. Lumen, 2005].

No sé qué vale más en esta edición, el prólogo o la obra en sí. Ana María Moix ha realizado una excelente traducción; pero, sobre todo, ha prologado su trabajo con las tripas y desde los principios y, claro, le ha salido una obra redonda. Ana María Moix nos ha recordado que las buenas obras se releen con delectación y aguantan el paso de los años. Hace treintaydós (lo sé porque suelo anotar la fecha en que leo los libros) años que mi madre me puso en las manos “Poil de Carotte” y acertó: no hay mejor espejo para el adolescente que la reflexión cortada a navajazos acerca de la propia adolescencia.

A pesar de que Renard ponga en negro sobre blanco su experiencia de dolor como hijo, la novela, que se lee en 49 secuencias, sugiere más amor que desesperanza. Especialmente recomendables “la olla”, “los renacuajos” y “el álbum de Pelo de zanahoria”, este último traducido con tanto mimo como precisión.

Una obra cortísima en el mejor sentido de la palabra y perfecta para “traperos del tiempo”: puedes dejar y recuperar la lectura sin miedo a perderte. El planteamiento de cada secuencia responde a un tratamiento que se explica en sí mismo, como un pase de diapositivas con comentarios y espacio para el coloquio. Ahora bien, la obra no contiene moralina ni “opinionina”, presenta ideas y expresa sentimientos más que sensaciones.

En un momento en que tanto padre progre de diseño se empeña en renunciar a ejercer de padre (o madre), viene bien tener a mano una obra que sirve de cuaderno de navegación... y cuya lectura se puede compartir con los hijos: da para conversar y discutir y confrontar... ¡y se lee tan bien!

Un buen libro en el que los conceptos ejercen de anfitriones, los sentidos de compañeros y las palabras de tiempo para el disfrute.

jueves, 15 de julio de 2010

Todas las hambrunas pasan

Todas las hambrunas pasan;
les perdemos la cuenta,
olvidamos sus fechas,
crecen nuestros deseos
y breves nacimientos
reinan un tiempo como potentados.

Me engaño y atiendo a la lluvia
horas antes de que el amanecer
me entregue al día siguiente con un sol
apenas entonando la incipiente primavera.

Sacudo fuerte el sueño,
me observo en el espejo: ojos abruptos
recorren mi entregada corpulencia
sobre recuerdos y otras cicatrices.

Largamente esperado,
el alimento me sabe a ceniza.
Renuncio a otros placeres,
me acaricia un consuelo
que me despoja de toda amargura.

Se abre la niebla. No me oculto,
acepto el mundo casi convencido
de que la piel se ajusta si sosiegas
los besos con palabras y caricias.

Mar al fondo

Magnífica selección de relatos en los que se recrea el espíritu de diferentes mares desde la mirada de José Luis Sampedro. Empieza el “viaje” por el Ártico, para después de navegar el Egeo, el Báltico, el Caribe, el Índico... Esta vez sí, un verdadero periplo.

El mar sirve de espejo en el que reflejar las más profundas emociones humanas. Diez relatos en los que Sampedro convoca el espíritu de Jack London y el afán de Joseph Conrad, para revestirlos con su caricia del lenguaje a la hora de narrar. Dice en el prólogo: “No reservarme estos relatos es completar mis mensajes a conocidos y desconocidos, vaciarme del todo en la botella donde el náufrago, desde la soledad de su isla, lanza al mar su esperanza.”

Leamos una imagen: “ Abajo, en el abismo, espumeantes remolinos festoneaban de espuma el acantilado. Venían desde alta mar ondas magníficas, henchidas de azul, y se desataban rompiendo en ronco fragor de libertad. Vivían un breve ardor y se extinguían. Una tras otra, incansablemente, desde aquel horizonte siempre dorado, luminoso, divino, sin traducción humana.”

Quizá sea en “Land’s End” ―la narración que más me encoge a mí― donde se identifique con más claridad el pulso del hombre con la naturaleza desbocada del poder del mar. Aquí se retan el hombre con sus sentidos y sinsentidos, y el mar con sus orgullos y poderes inacabables: “Uno puede estar a la distancia que quiera. Fundido en él o infinitamente lejos. En la última piedra del cabo, siempre rodeada por la marejada y a veces cubierta por las grandes pleamares, es más que estar cerca: uno es Océano.

El mar moldea a las personas según sus propias normas de cortesía y dolor. El mar amasa caracteres y forja las arrugas del afecto. El mar atrapa. El mar quita y da las vidas afectadas de sus habitantes.

[El libro. en Plaza y Janés editores]

miércoles, 14 de julio de 2010

XIV

Esculpida en nada queda la penumbra.
La luz está más presente en la penumbra
que en otros muchos lugares
pues allí demuestra que cede su espacio
permite que la invadan
sin absorberla
sino proyectándola
de otra manera suave y más sutil.

La penumbra es el zaguán del conocimiento.
Ocurre, pero también la puedes conseguir,
puedes poner los medios, no sé,
bajar las persianas,
correr las cortinas,
mover las ramas de la higuera,
buscar el corazón de un algarrobo
―aquí tendremos además qué sombra fresca―
poner los medios, digo, y provocar
que salgan por la boca o por los ojos
o por los dedos que escuchan sus cuitas
o de cualquier manera
los sentimientos y las reflexiones
todo lo que hace al hombre acometer
sus movimientos y sus decisiones.

Ya estaba dentro
como si fuera mármol
más claro es el concepto
más fáciles los golpes
más ágiles las manos
más desacompasado ver contornos,
fisuras, pulimientos, brillos, restos
de material para decir ¡ya está!

Con la penumbra trabajar no es dado
más que a los que respetan a la luz.

Es una insinuación que se propone:
la penumbra, sí.

Permiso para creer

La verdad desnuda es más clara

Un ensayo [de José Mª Otxotorena, en Ediciones Internacionales Universitarias] tan comprometido, claro y razonado como positivo. Comprometido porque afronta la interpretación de la realidad sin hacer concesiones a la conveniencia, al relativismo cultural y moral; claro porque se entiende de manera sencilla: el autor se explica y hace comprender sin recurrir a conceptos abstrusos, sigue la máxima de que todo se puede contar por lo fácil, es cuestión de tener las ideas claras y voluntad de explicarse; razonado porque fundamenta sus posiciones, argumenta con motivos y valores y justifica lo que dice; y positivo porque busca siempre una salida a los problemas en la calidad intrínseca de la vida del hombre que se asume como tal.

Creer es legítimo, humano, valiente y cálido. ¿por qué tenemos que pedir permiso? Porque el entorno es hostil. Juan M Otxotorena se detiene en cuestiones concretas para presentar la encrucijada en la que el cristiano se tiene que medir hoy en día: el respeto a la vida, los casos extremos, la intolerancia, las desigualdades, las paradojas de la libertad, la hiperdemocracia, el conflicto entre derechos y deberes (la manipulación de los valores). Una vez planteado el problema, el autor presenta de manera concisa y firme la ofensiva laicista que pretende vestir de laico lo antirreligioso. Pero decidido a ser valiente, Otxotorena no se limita a plantear el problema, sino que ofrece soluciones y respuestas en la parte final del libro: cincuenta y dos páginas de respuesta; quizá haya respuestas comprometidas e incómodas, tanto como honradas y coherentes... al fin y al cabo, la vida del cristiano es una sucesión de coherencias hacia la perfección del Amor (aunque sea difícil y “valga” meter la pata).

Un poco “profesoral”, pero bueno, sano y necesario.

martes, 13 de julio de 2010

Los siete pecados capitales de imperio alemán en la primera guerra mundial

La fuerza del sentido común [libro de Sebastian Haffner, en Destino]

Para leer dos veces. Seguidas. Un ensayo narrado como un artículo que describe las situaciones, narra las emociones y comenta los acaecimientos. La opinión siempre se sustenta sobre el dato; la emoción desborda la verdad inherente a las “personas”; el respeto preside las opiniones.

La insatisfacción (ese mirar por el rabillo del ojo para buscar lo que no se desea) del Estado, el “militarismo” (sí señores, ZP es militarista y nos mete en guerras), la prepotencia, la prepotencia moral (ese creerse demasiado buenos para el mundo que les toca), la pérdida del sentido de la realidad, el establecimiento de relaciones equivocadas con el entorno (no saber quién es quién), la cobardía frente al ejercicio de la razón. ¿A que parece la España actual? Por eso merece la pena este ensayo y artículo y regalo a la razón.

Un análisis profundo, muy meditado y tremendamente honrado (sale de las entrañas tanto como de las ideas) acerca de los porqués de los errores que se cometieron (cometen) cuando se desenfoca la realidad para modelar los fantasmas interiores. ¡Los alemanes “hicieron” a Lenin y financiaron la causa bolchevique! La soberbia del necio se dispara cuando la multitud se ciega y come del pesebre. Lo demás es retórica de baratillo.

La reflexión de Haffner constituye un fabuloso punto de partida para analizar también con criterio el comportamiento actual de Irán y de Siria. El hombre al cabo es hombre y se repite.

La edición está cuidada: el papel se acaricia, el tipo facilita la lectura y la mano recoge bien el libro. La traducción es magnífica y los correctores han hecho su trabajo. Tan atípico como agradable.

Recuerdo de un beso

Y
como es inevitable, no lo evita.
Se expande por los poros
abriéndote la piel como el vapor;
es el olor
de la imaginación que resucita
los tactos intranquilos y los coros
hablados del amor.

An African Elegy

Anoto aquí uno de los poemas más bellos que he leído. Es de Ben Okri y me emociona cada vez que lo releo. Una definición de dignidad

We are the miracles that God made
To taste the bitter fruit of Time.
We are precious.
And one day our suffering
Will turn into the wonders of the earth.

There are things that burn me now
Which turn golden when I am happy.
Do you see the mystery of our pain?
That we bear poverty
And are able to sing and dream sweet things

And that we never curse the air when it is warm
Or the fruit when it tastes so good
Or the lights that bounce gently on the waters?
We bless things even in our pain.
We bless them in silence.

That is why our music is so sweet.
It makes the air remember.
There are secret miracles at work
That only Time will bring forth.
I too have heard the dead singing.

An they tell me that
This life is good
They tell me to live it gently
With fire, and always with hope.
There is wonder here

And there is surprise
In everything the unseen moves.
The ocean is full of songs.
The sky is not an enemy.
Destiny is our friend.

lunes, 12 de julio de 2010

Las pequeñas memorias

La memoria es un espacio para acariciar recuerdos

¡Magnífico! Y eso que he tenido que vencer una pereza casi infinita para coger el libro, traspasar la nota de “libro amigo de los bosques”, y comenzar la lectura. Pero ocurre el arte: llegas a la tierra, “ese fondo movedizo del inmenso océano del aire”, te adentras en la memoria que te presta el autor, te desnudas, saltas dentro de “una alberca que al creador de los paisajes se le olvidó llevarse al paraíso” y no quieres salir. No deseas otra cosa que compartir el tiempo que te regalan. No me atrevo a citar páginas concretas ni a hacer referencias: sería como desvelar la historia... y aquí no hay asesino ni mayordomo.

Me costó, porque desde “La balsa de piedra” me había propuesto no volver a caer con Saramago. Pero uno es débil y trata de pensar que el “Ensayo sobre la ceguera” no había sido un espejismo. Lo confirmo. Tardó en recordar que sus lectores queremos disfrutar de lo que escribe. Lo más maravilloso de este libro es que el autor no pretende convencerte de nada, no te escribe desde una propuesta conceptual, no te acosa con sus proclamas ni te recuerda que, si no piensas como él, eres un equivocado. Tampoco le da por parecer retorcido ni por ponerse estupendo ni dejarse arrinconar por Lobo Antunes. Saramago suelta la mano en “Las pequeñas memorias” y escribe con el calor del sol, la prudencia de los años, el aliento de la vida y la paciencia infinita de las ganas de contar. ¡Vaya que sí!

El lagarto verde y el olivo. Las fotos. El trasunto de los recuerdos, seguros y firmes en las personas, velados en los hechos y los afectos, porque la memoria decide a qué le concede un primer plano, qué desenfoca y qué permite acunar en las manos.

Con libros como éste se podrían organizar talleres de lectura. [Lo publicó Alfaguara en 2007].

El mar

El mar lo explica todo.
Desde una profundidad siempre desigual
conoce todo,
escucha todo,
besa todo. Lo explica
aunque no estamos habituados a escucharle.
Es por eso que le tenemos miedo.
El mar es desigual
porque las olas nunca se repiten,
más bien se recrean cada vez
para traernos una noticia nueva.

viernes, 9 de julio de 2010

Mitología contemporánea

"El rey de la sandía". Es dura. La han publidao en Alfaguara en 2005.

Daniel Wallace ha escrito un novelón construyendo la historia con las piedras de su mitología. ¿Has visto o leído “Big Fish”? No se trata de una secuela, pero tiene los mismos ingredientes. ¡Me alegra que alguien así se haya hecho famoso!

La ciudad de Ashland es la Capital Mundial de la Sandía; durante décadas, las sandías que se cultivaban allí crecían más grandes y sabrosas que las de ninguna otra parte, debido a dos prácticas tradicionales. Una es un modelo de fertilización intensiva: enterrar todos los animales muertos en los campos y, en secreto, los cadáveres de los habitantes de la ciudad. Todos los ataúdes del cementerio de Ashland están vacíos. Pero esto es un secreto. La otra práctica tradicional es la proclamación del Rey de la Sandía...

Lucy Rider se enfrenta al pueblo y a su tradición. Muere. Cambia el mundo. Dieciocho años después, su hijo Thomas aparece por Ashland haciendo preguntas, quiere saber, y provoca un caos emocional al recuperar la memoria de las cosas. Todas las emociones, todas las ilusiones y todas las bajezas de las personas salen a pasear por la novela.

Daniel Wallace sitúa a lector, crea la secuencia como en un comic, dibuja el escenario con frases cortas y descripciones precisas. Después narra con sentido del espectáculo y acaricia cada mensaje. Con frecuencia utiliza comparaciones que ayudan a tocar las escenas y los conceptos. Se nota que le gusta escribir y que disfruta contando secuencias de absurdos imaginados que, paradójicamente, componen un collage vivo y perfectamente reconocible, el del mundo actual.

Una novela de las que vale la pena leer. Un canto a las ganas de vivir y hacer cosas, elegante, mítico, delicioso y corto en el mejor sentido de la palabra (262 páginas: yo considero corta toda novela que no se te cae de las manos y larga a las que te pesan, aunque tengan menos de cien páginas).

jueves, 8 de julio de 2010

Qué cosa es el amor

¿Qué cosa es el amor si no es deseo
vestido de distintas formas, tiempo
para abarcar espacios
teñidos de imprudencia, hechos de riesgo,
sueño vivido y sueño sin recuerdo?

El libro de las ilusiones

Experimentar las sensaciones sin hacer que intervengan los sentimientos. Parece una orden disparada sobre el lector, una sugerencia al observador y un criterio para el guionista. Paul Auster, siempre él en sus novelas, nos regala una trabajadísima y emocionante sucesión de ocultaciones con todo tipo de matices.

La gran especialidad de David Zimmer es la de no saber estar en el lugar apropiado ni mucho menos en el momento debido. A pesar de ello, como nada es lo que parece, se encuentra con el regalo de las secuencias que le permiten reconstruir su desarrollo profesional y recomponer la figura de su persona. Siempre al través de sus interlocutores.

Por más que las circunstancias alejen a los protagonistas, la fuerza de sus impulsos más íntimos se empeña en acercar sus vidas, en cruzar sus travesías por el amor y el desamor, por el humor y el sentido de lo que realmente importa. Cartas como gritos para reconvertir la ilusión en algo palpable... y vuelta a la imagen original del desasosiego, que acude como una transfusión oportuna y necesaria en el momento en que las cosas parecen recobrar el sentido.

La novela trata de la posición de la persona ante la ilusión de la realidad y de la precisión del individuo frente a lo sesgado de los documentos: las personas son siempre certidumbres. Se trata de un trabajo de filosofía personalista, no en vano Auster es judío, es culto y trabaja sus personajes desde una óptica trascendente. A partir de ahí, “El libro de las ilusiones” se convierte en un juego de desidentidades.

Esta novela debería venir con una clara indicación: no hablar con nadie, no comer, no dormir, estar dispuesto a inquietarse y tranquilizarse alternativamente durante unas veinticuatro horas seguidas. “Cae” antes, pero se impone la relectura de determinados pasajes, de algunas cartas y de algunas tramas de las películas que conviven en la narración.

La veracidad de las ilusiones no es más que una perfecta coartada para justificar la valentía de los actos nobles. La valentía del amor no tiene mérito, es automática y perpetua. El coraje de luchar por la obra escondida, de seguir puliendo lo que tratamos de hacer desaparecer, nos entrega a la necesidad de aceptar que no olvidamos más que aquello que queremos olvidar, que la memoria es un recurso, una herramienta y que el olvido es una decisión, aunque el recuerdo sea un procedimiento.

[Una novela cortísima y mágica; biográfico de varias vidas, incluso de la del lector . Anagrama, 2003]

miércoles, 7 de julio de 2010

La educación del estoico

‘Tudo que faço ou medito’

Porque no hay una sola frase traída al albur del recurso: todo es argumento y consistencia. Intensidad intelectual e intensidad moral nos acompañan en la trayectoria vital del Barón de Teive, un heterónimo más, que “siempre (ha) tenido más miedo a la muerte que a morir” y se retrata en su pasión por comprender qué es lo que mueve a las personas al amor y al desamor. La presión del destino sobre la posición del hombre, la aceptación del momento que le toca vivir a cada una de las personalidades que construyen a la persona (desde la coherencia vital de Pessoa). Un regalo para las ganas de leer y pensar y leer y disfrutar y leer y... ¡qué bien!

El honor y el silencio son el territorio y patrimonio del hombre que se busca de manera circular e infinita. La rebeldía de las emociones frente al pensamiento, la participación de la voluntad en la inteligencia, el deseo de pasar desapercibido en las formas y apreciado en los fundamentos. Estoicismo destilado, huesos sustentados en la decencia del los pensamientos defendidos y valores justificados en la educación. Educación entendida al modo de los anglosajones.

“La certeza es el dominio de los locos”. No duda el Barón de Teive, como no duda Pessoa y no nos permite sufrir a los demás, que ya está él para acodarse al dolor. “El placer es para los perros”, para nosotros el disfrute y la falsa indiferencia del cariño y del escarnio. Sólo se nos permite comprender y actuar.

El tedio de vivir está en la propia manera de comprender al estoico que Pessoa ve en todos nosotros, lectores a los que respeta, amigos desconocidos.

Unas palabras para el editor: gracias por cuidar el continente y facilitar la lectura. Una sólo para el traductor: ¡bien! [En editorial El Acantilado, 2005]

Sunset

¡Eeeeeeee!
¡Eeeeeeee!
¡Eeeeeeee!

Intrépido, distinto,
como la precisión de la palabra,
perfecto y delicado,
el sol se pone despacioso, tierno,
cayéndose, sin tiempo, indiferente
a los que no le miran
ni sienten que su luz se desvanece
en rayos acodados
al horizonte de la mar en calma.

El sol se pone en besos disparados
y se acomoda en retinas ajenas.
La luz te dice cosas
y tú no le contestas,
la miras, no te escondes,
te descompones y coloras, rasgas
las horas que conciben horizontes
y dices: ¡vale, venga!
El sol se aleja; entonces te confortas
con su caída, miras
y el ciclo de la vida se alimenta.

Aún no se ha puesto, grita con su luz
y ya convoca el ritmo de su ocaso.
Todos miramos lento.
Se tomará su tiempo
y se enrojecerá cuando le duela,
estemos o no estemos en su juego.

[Bueu, playa de Portomaior,
con cuatro o cinco güisquis encima, viéndole despedir el día por la isla de Ons]

Siempre imaginamos

Siempre imaginamos
que existiría el día perfecto
y afortunadamente no es así.
Nos abandonamos
en imaginario proyecto
para cambiar despueses por aquí.

Atrás en la memoria
desabarcamos la conciencia yerma
de vítores. Recuerdos elocuentes
congregan su silencio de autopista
metidos en la noria
de torpes cangilones, el esperma
que da vida a caricias infrecuentes
subidas a la voz de un alquimista
barato.

Levanta el hombre apuestas de futuro
para absorber perfumes, la nariz
es la protagonista de la cara:
¡no hay como oler para sentirse vivo!

Al rato
sentimos la sazón de lo maduro,
la concreción del tiempo y el matiz
que siempre imaginamos ocupara
la plenitud que acude sin motivo.

Historia secreta de una novela

Trepidante y mágica. Hay que buscarla en librerías de viejo (o casi); está en Tusquets Editor, Barcelona 1971. Tiene 75 páginas. Y es de lectura obligada, si no quieres que te pongan "punto negativo como lector".

Vargas Llosa levanta un documento impreso en letras verdes en el que nos cuenta por qué, para qué y cómo escribió “La casa verde”. Comienza desnudo, para vestirse poco a poco con la novela: los palacios interiores de las personas; los amuletos exteriores de ladrillo que manifiestan el poder de los individuos; la presencia mágica de las ciudades, como es el caso de Piura; el profundo respeto a lo humano. Todo acompañado por un personalísimo sentido del humor.
El acto creativo ocurre porque sí. El prodigio de la palabra es tan íntimo que sucede para uno mismo. Si los demás lo disfrutan, mejor para ellos.

martes, 6 de julio de 2010

En el zaguán de tu calor

Soy la persona
que no te fallará,
también tu penitencia,
el aire de tus manos.
Si pisas por el mundo por el que yo camino,
tú rasgarás mi ropa para alcanzar la carne
y rasgarás mi carne para alcanzar la sangre,
derramarás la sangre para tocar mis huesos,
machacarás los huesos para besarme el alma,
el viento y las montañas,
el fuego en las estrellas,
lo habrás visto ya todo
cuando quieras mirarme.

Soy la persona a
quien nunca fallarás.
Mi canto irá fundido con la brisa,
mis ojos congelados en tu tiempo.
Caminarás la tierra del polvo de mis huesos,
el sol se ocultará tras mi última mirada,
la luna será el grito que nunca te he ocultado.

Soy la persona
que no te fallará:
tus duelos y lamentos rellenarán mis pasos.

Soy la persona a
quien nunca fallarás;
seré tu sombra,
seré tú siempre
y llegará un momento
como un anochecer
que moverá las sombras,
enfriará la tierra,
congelará los ríos,
enquistará las plantas,
la tierra será oscura,
el río será oscuro,
nos quedaremos solos.

Somos las dos personas
que no se fallarán:
cantaremos juntos,
nos haremos juntos,
comeremos juntos,
viviremos juntos.

Somos las dos personas
que no se fallarán.

lunes, 5 de julio de 2010

Canción de amor al sol

Quiéreme con tu calor,
cariño, que yo te quiero;
quiéreme sol habanero,
dile a tu canción mulata
que su sonrisa de plata
quiero por invernadero.

Invernadero de versos,
canción de tupida calma
donde me habitan el alma
la vida, la luz y el viento
de la pasión que yo siento
cuando me mira una palma.

Una palma, un son, un ron,
un ronrón de horas despiertas
con las ventanas abiertas
para acoger al viajero:
querido sol habanero
déjame tus manos prietas.

Quiéreme con tu calor,
cariño, que yo te quiero;
quiéreme sol habanero,
dile a tu canción mulata
que su sonrisa de plata
quiero por invernadero.

Cordura, honor y compromiso

"Un encargo difícil" ganó el Nadal en 2005. Una historia equilibrada acerca de la inutilidad del rencor y la belleza de las actitudes transparentes y generosas. Un autor que dice lo que piensa, sin detenerse en lo políticamente correcto y sin destilar bilis.

Con una propuesta de actitud: “la vida es estar incómodo en algún sitio”, Zarraluki construye una novela de ganadores. Todos sus personajes, magníficamente presentados (el autor siempre nos sitúa, explica el porqué de su aparición y acota su estilo individual) y definidos con pulcritud, tienen algo que contar: unos su dolor, otros su miedo, algunos sus frustraciones, los más sus razones para vivir. Un mosaico de desheredados de la fortuna se convierte en la ocasión para reclamar la gloria de la persona por el hecho de serlo y reivindicar el derecho a sentir y expresar lo que se vive y siente.

Un encargo difícil: matar; difícil incluso para quien lo ha visto y sufrido ya casi todo, hasta el punto de estar moralmente anestesiado. De qué manera más bella ofrece Zarraluki una salida al personaje: lo difumina y crea un ambiente coral que se encarga de llevar la trama hasta la solución. Son los demás quiénes le resuelven la papeleta. Por eso es una novela de ganadores.

A veces hay que hablar, sacar los pensamientos que sobran...procurando que las palabras sean más interesantes que el silencio. Ése es el lugar del narrador omnisciente que entra y sale de los personajes: ora es Camila, ora Leonor o Felisa (el resto hace el coro de la tragedia, sin perder nunca su protagonismo en escena). Un narrador que presenta la frustración de una guerra en la que todos han perdido algo, sea su carrera, un ser querido, un proyecto, una razón, una obsesión, una bondad o una maldad. “Al final, lo único importante es no morir avergonzándonos de lo que hicimos”.

Cabrera es el escenario. Realmente es tal como la describe, la narra, la pinta y acaricia el autor. Una isla pequeña en la que cabe un mundo muy grande: sus aguas profundas y de azules apasionantes y varios conforman el paisaje que mece suavemente las historias: el militar responsable y perdido, el cantinero borracho, la cantinera mujer requetemujer (la más grande como persona, la que integra, resuelve sin juzgar y exige a los demás integridad y humanidad), la viuda desterrada, la hija inmolada, el pescador cabal, primario y fundamental. Todo un mundo de sensaciones y sentimientos. El mejor momento: la oración de Felisa por Pascual, de una humanidad infinita y elemental.

La obra está escrita con cadencia de llaut: a motor, despacio y firme. Tiene también la borda perfecta para la pesca de la literatura. No sólo abundan las metáforas, las comparaciones acertadas, las sinécdoques precisas y bien traídas, sino que las palabras ejercen de tales, dicen lo que quieren decir, no se escapan de la narración; los adjetivos definen el contorno de las descripciones con precisión y elegancia. Nota para los correctores: hay que vigilar la puntuación y los anacronismos.

Para aficionar a la lectura. Una novela escrita con tanto arte como oficio.