Sin reloj, pero con tiempo

Tesoro de las palabras fundamentales para vivir en el Siglo XXI

miércoles, 10 de febrero de 2010

Del buen uso de la lentitud

Es un libro políticamente incorrecto. Por eso me gusta tanto. Yo corrí todo lo que tenía que correr hasta los veintitrés años. Hoy en día me molesta la prisa. Tardo más en arreglarme que mi mujer. Pierre Sansot nos presenta una versión del arte del buen vivir, nos provoca para redescubrir la lentitud, para vagabundear por nuestro interior y acometer la vida con el reposo necesario. Comprende la lentitud como sinónimo de ternura, respeto, de la gracia de la que los hombres y los elementos a veces son capaces.

Instalados como estamos en el yaísmo de los telefoninos, los dichosos móviles, un vistazo a la calma produce efectos beneficiosos para el alma, es decir, nos ayuda a sentirnos limpios y dignos.

“Callejear no es detener el tiempo, sino adaptarse a él sin que nos atropelle.” (pág., 34). La lentitud nos permite acercarnos a la poesía de la vida. “Si la poesía tiene como atributo revelarnos una parte del Ser, si a veces nace de una armonía sutil, discreta, que conmueve a los hombres, los lugares y las estaciones, debemos admitir que las costumbres del vino son poéticas”. (pág., 105).

Dios nos libre de hacer apología del vicio: la sabiduría del vino está en el disfrute, no en el atracón. Todo lo que es excesivo y frenético produce hartazgo. La lentitud es mesura y templanza; no indica falta de agilidad ni de interés. La lentitud aboga por el aprecio del detalle y el mimo de lo aparentemente insignificante, es decir, considera que existen diferentes puntos de vista, que cada uno siente según percibe, interpreta y quiere... y que es necesario dedicar espacio y tiempo a comprender. De otro modo nos limitamos a bañarnos en asperezas en vez de a perfumarnos y afeitarnos con vida.

Por cierto, el libro está editado por Tusquets.

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