Sin reloj, pero con tiempo

Tesoro de las palabras fundamentales para vivir en el Siglo XXI

lunes, 26 de julio de 2010

El inútil de la familia

Historia triste de un hombre que se burló de todos y de todo, hasta de la vida, y de las facturas que le pasaron. Novela magnífica escrita con más cariño que admiración, sin censuras, sin juicios, con datos. Un recado a la sociedad actual: los sentidos están para sentir.

Jorge Edwards conversa con su tío Joaquín para “suprimir el silencio” (p.84) que le enterró: un bohemio jugador que había sido premio nacional de literatura y tuvo que exiliarse hasta de vivir. El homenaje a Joaquín Edwards Bello se construye sin ironía, sin ambigüedades, más en español que en criollo, reflexionando acerca de la peripecia de un iluminador.

En el mismo libro encontramos novela, ensayo, biografía y fresco costumbrista; consideramos la distancia que existe entre la sociedad y el individuo; vemos pasar revista a los autores admirados, como Ponson du Terrail, Eça de Queiroz, Baroja, igual que a los ignorados, como “ese poeta medio indio, recién llegado de Centroamérica, que vive borracho” (p.38).

El mero hecho de leer se hace placentero. Edwards maneja los tiempos verbales con maestría para referirse a la interpelación del lector, a los recuerdos que convengan a la narración, a las conversaciones con su tío. El autor construye una ficción, inventa situaciones que pudieron ser aunque no constan, construye personajes, adorna secuencias, define escenarios y propone el discurso. La novela no depende del lector, sino que va hacia donde marca el autor. Una delicia. Literatura.

Defendible incluso la imagen de “los bonitos ojos de paloma torcaz en sombra” (p. 84), monumental cursilada, como toque de autor en una obra atonal y libre. “Había que arriesgar en el lenguaje y más que en el lenguaje” (p. 344). Vale la pena. [Alfaguara]

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