Sin reloj, pero con tiempo

Tesoro de las palabras fundamentales para vivir en el Siglo XXI

lunes, 5 de julio de 2010

Cordura, honor y compromiso

"Un encargo difícil" ganó el Nadal en 2005. Una historia equilibrada acerca de la inutilidad del rencor y la belleza de las actitudes transparentes y generosas. Un autor que dice lo que piensa, sin detenerse en lo políticamente correcto y sin destilar bilis.

Con una propuesta de actitud: “la vida es estar incómodo en algún sitio”, Zarraluki construye una novela de ganadores. Todos sus personajes, magníficamente presentados (el autor siempre nos sitúa, explica el porqué de su aparición y acota su estilo individual) y definidos con pulcritud, tienen algo que contar: unos su dolor, otros su miedo, algunos sus frustraciones, los más sus razones para vivir. Un mosaico de desheredados de la fortuna se convierte en la ocasión para reclamar la gloria de la persona por el hecho de serlo y reivindicar el derecho a sentir y expresar lo que se vive y siente.

Un encargo difícil: matar; difícil incluso para quien lo ha visto y sufrido ya casi todo, hasta el punto de estar moralmente anestesiado. De qué manera más bella ofrece Zarraluki una salida al personaje: lo difumina y crea un ambiente coral que se encarga de llevar la trama hasta la solución. Son los demás quiénes le resuelven la papeleta. Por eso es una novela de ganadores.

A veces hay que hablar, sacar los pensamientos que sobran...procurando que las palabras sean más interesantes que el silencio. Ése es el lugar del narrador omnisciente que entra y sale de los personajes: ora es Camila, ora Leonor o Felisa (el resto hace el coro de la tragedia, sin perder nunca su protagonismo en escena). Un narrador que presenta la frustración de una guerra en la que todos han perdido algo, sea su carrera, un ser querido, un proyecto, una razón, una obsesión, una bondad o una maldad. “Al final, lo único importante es no morir avergonzándonos de lo que hicimos”.

Cabrera es el escenario. Realmente es tal como la describe, la narra, la pinta y acaricia el autor. Una isla pequeña en la que cabe un mundo muy grande: sus aguas profundas y de azules apasionantes y varios conforman el paisaje que mece suavemente las historias: el militar responsable y perdido, el cantinero borracho, la cantinera mujer requetemujer (la más grande como persona, la que integra, resuelve sin juzgar y exige a los demás integridad y humanidad), la viuda desterrada, la hija inmolada, el pescador cabal, primario y fundamental. Todo un mundo de sensaciones y sentimientos. El mejor momento: la oración de Felisa por Pascual, de una humanidad infinita y elemental.

La obra está escrita con cadencia de llaut: a motor, despacio y firme. Tiene también la borda perfecta para la pesca de la literatura. No sólo abundan las metáforas, las comparaciones acertadas, las sinécdoques precisas y bien traídas, sino que las palabras ejercen de tales, dicen lo que quieren decir, no se escapan de la narración; los adjetivos definen el contorno de las descripciones con precisión y elegancia. Nota para los correctores: hay que vigilar la puntuación y los anacronismos.

Para aficionar a la lectura. Una novela escrita con tanto arte como oficio.

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