Siempre imaginamos
que existiría el día perfecto
y afortunadamente no es así.
Nos abandonamos
en imaginario proyecto
para cambiar despueses por aquí.
Atrás en la memoria
desabarcamos la conciencia yerma
de vítores. Recuerdos elocuentes
congregan su silencio de autopista
metidos en la noria
de torpes cangilones, el esperma
que da vida a caricias infrecuentes
subidas a la voz de un alquimista
barato.
Levanta el hombre apuestas de futuro
para absorber perfumes, la nariz
es la protagonista de la cara:
¡no hay como oler para sentirse vivo!
Al rato
sentimos la sazón de lo maduro,
la concreción del tiempo y el matiz
que siempre imaginamos ocupara
la plenitud que acude sin motivo.
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