¡Eeeeeeee!
¡Eeeeeeee!
¡Eeeeeeee!
Intrépido, distinto,
como la precisión de la palabra,
perfecto y delicado,
el sol se pone despacioso, tierno,
cayéndose, sin tiempo, indiferente
a los que no le miran
ni sienten que su luz se desvanece
en rayos acodados
al horizonte de la mar en calma.
El sol se pone en besos disparados
y se acomoda en retinas ajenas.
La luz te dice cosas
y tú no le contestas,
la miras, no te escondes,
te descompones y coloras, rasgas
las horas que conciben horizontes
y dices: ¡vale, venga!
El sol se aleja; entonces te confortas
con su caída, miras
y el ciclo de la vida se alimenta.
Aún no se ha puesto, grita con su luz
y ya convoca el ritmo de su ocaso.
Todos miramos lento.
Se tomará su tiempo
y se enrojecerá cuando le duela,
estemos o no estemos en su juego.
[Bueu, playa de Portomaior,
con cuatro o cinco güisquis encima, viéndole despedir el día por la isla de Ons]
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